“Sé que estoy enseñando a los estudiantes que van a ser participantes activos en la industria del cuidado de la salud, y eso es un grandioso.”

El programa Maestros WE ha sido diseñado para proporcionar a los maestros como Leonela García recursos gratuitos para ayudar a abordar problemáticas sociales críticas y capacitar a los estudiantes. García llegó a la enseñanza después de 10 años trabajar la industria farmacéutica. Fue contratada para trabajar en Union Square Academy y se le asignó la tarea de crear su programa de farmacia desde cero dentro en el lapso de un año.

Seis años más tarde, es el único programa de su tipo en la ciudad y es un modelo para otros programas de educación técnica y de carrera. Ella está comprometida a fomentar las oportunidades para las mujeres jóvenes de minorías y va más allá para apoyar a sus estudiantes. Ella ha utilizado los recursos de WE para abordar los problemas sociales críticos en su vecindario con sus estudiantes, creando conciencia sobre temas importantes de inclusión y diversidad en materia de justicia social. Los recursos WE han ayudado a crear conciencia sobre el acoso sexual y los derechos y el reconocimiento de la comunidad LGBTQ. “No se trata solo de pensarlo y ponerlo en un papel”, dice García. “Es el hacer algo al respecto”.

Como maestra de farmacia en la Academia Union Square de la ciudad de Nueva York, Leonela García utiliza el humor, la disciplina y un profundo sentido de empatía para brindarles a las jóvenes de minorías en sus clases el apoyo que necesitan para cambiar el status quo. García llegó a la enseñanza después de 10 años de trabajar en farmacia, una carrera que comenzó justo después de terminar la escuela secundaria. Fue contratada dos semanas antes de que Union Square Academy abriera sus puertas en agosto de 2012 y se le asignó la tarea de crear su programa de farmacia desde cero en el lapso de un año.

Seis años más tarde, es el único programa de su tipo en la ciudad y es un modelo para otros programas de educación técnica y de carrera. Más del 75 por ciento del cuerpo estudiantil de la escuela es femenino, y la mayoría de los estudiantes son de minorías étnicas. Esta demografía única fue una gran parte del por qué García tomó el trabajo.

“Si esta escuela secundaria estuviera cerca cuando yo iba a la escuela, definitivamente habría ido aquí”, dice ella. García sabe por experiencia personal que las mujeres en minorías enfrentan barreras adicionales en la fuerza laboral. Ella dice que a menudo se les paga menos, se promueven más lentamente y se las juzga con más dureza por su apariencia, como el cabello y la forma en que se visten. Estos desafíos pueden ser desalentadores y hacer que las jóvenes de las minorías abandonen las carreras que podrían amar, agrega García.

Para contrarrestar esto, ella cree que los educadores deben ser más que maestros. García le da crédito a su propio mentor, Patrick Ebea, quien fue el gerente de García en su primer trabajo fuera de la escuela secundaria, por animarla a ingresar a la farmacia como carrera. García intenta ir más allá para apoyar a sus estudiantes de la misma manera. Entiende que los estudiantes con una vida familiar difícil pueden necesitar más tiempo en sus exámenes, y se asegura de estar disponible después de la escuela para conversar con los estudiantes que necesitan confiar en un adulto. También se asegura de que sus alumnos puedan aportar a través de proyectos de aprendizaje a través del servicio.

Usando los recursos de WE, García trabaja para abordar problemas sociales críticos con sus estudiantes y les da la oportunidad de estar activos en sus vecindarios. Como resultado, han ayudado a crear conciencia sobre problemas de justicia social importantes, como, por ejemplo: acoso sexual y los derechos y reconocimiento de la comunidad LGBTQ.

“No se trata solo de pensarlo y ponerlo en papel, sino de hacer algo al respecto”, dice. “Ayuda a dar vida a las ideas”.

García sabe lo que es no sentirse capaz de causar un impacto en el mundo. La menor de cinco hermanos fue criada en el Bronx por una madre soltera que emigró de la República Dominicana y trabajó en guarderías para pagar las cuentas. García a menudo venía a casa de la escuela y ayudaba con los pagos más mínimos que tenia de su madre.

Ella cree que esas experiencias tempranas la ayudaron a convertirse en la maestra que es hoy.

“Las vidas de los niños pueden ser difíciles cuando salen de la escuela”, dice. “No siempre van a un apartamento limpio o pueden sentarse a cenar con la familia. Muchos de ellos ni siquiera reciben una comida casera “.

A medida que el programa que ella ayudó a lanzar se prepara para graduar a la última clase, García se enorgullece de que muchos de sus antiguos alumnos todavía la visiten y compartan su pasión por sus carreras.

“Sé que estoy enseñando a los estudiantes que van a ser participantes activos en la industria del cuidado de la salud, y eso es grandioso”.

“Sus habilidades de liderazgo crecieron a pasos agigantados durante esta iniciativa”.

Martina Voet nunca había enseñado una clase de liderazgo antes, pero se ofreció como voluntaria para la tarea porque quería construir una cultura de bondad más fuerte entre sus estudiantes. El nuevo rol vino con los recursos de WE llenos de ideas sobre cómo podría abordar los problemas sociales críticos con sus estudiantes. Para su primera campaña, su clase de liderazgo eligió el tema de la pobreza. Pensando en las desigualdades en su propia comunidad, se pusieron a trabajar en la planificación de una campaña de recolección de alimentos, haciendo carteles y anuncios en toda la escuela para recordar a los estudiantes que donen. Voet también instó a su clase a hacer de esto, un tema personal contactando a amigos, un proceso que les ayudó a desarrollar su confianza y habilidades para hablar en público. En dos semanas, la campaña no solo superó con creces su objetivo, sino que también mostró a Voet que sus estudiantes tenían la visión, la energía y la compasión para hacer una contribución significativa a su comunidad. Ellos ya eran líderes.

Si el asiento del automóvil de su hija de dos años tiene nueve latas de sopa y un frasco de mantequilla de maní (menos el niño), ¿cuántas cajas de cereal puede colocar en el baúl de su sedán?

Este es uno de los rompecabezas que la educadora Martina Voet tuvo que resolver en su primer año como asesora estudiantil del gobierno de la Escuela Secundaria Rose Hill en Redmond, Washington. Otros dilemas eran menos directos. ¿Cómo convencer a los estudiantes de secundaria para que pongan a un lado los concursos de popularidad y trabajen juntos en una colecta de alimentos? ¿Cómo les ayuda a encontrar el valor para pedirles a sus amigos que donen?

“Fue un poco abrumador”, dice Voet, que había estado enseñando español hasta ese momento. “Traté de navegar a través de toda la nueva información y hacer lo mejor que pude para mis estudiantes”.

Su nuevo rol comenzó en septiembre de 2018 y llegó con la enseñanza de una clase sobre liderazgo. Aunque ella no había enseñado este tema antes, Voet había solicitado específicamente la asignación. Quería hacer más para construir una cultura de bondad y empatía entre los estudiantes, para ayudar a contrarrestar la influencia de las redes sociales, donde prevalecen la competencia y el juzgar a los demás.

“Ellos ven cuántas personas siguen a los influenciadores en línea, que no siempre son amables con las personas, e imitan ese comportamiento”, dice, explicando su deseo de ayudar a los estudiantes a darse cuenta de que necesitan apoyarse mutuamente para poder prosperar como una comunidad.

El nuevo rol de liderazgo de Voet también vino con un recurso de aprendizaje de servicio WE con acciones diseñadas para estimular el pensamiento sobre temas locales, desde el acoso escolar hasta los derechos de los niños.

Para elegir la primera campaña de la clase, ella la sometió a votación. El problema de la pobreza y el hambre prevaleció.

“Vivimos en un área con extremos”, dice Voet. “Tenemos muchas personas adineradas en nuestra comunidad, pero también hay muchas personas sin hogar”. Estaba emocionada de trabajar en el tema, porque significaba ayudar no solo a los estudiantes que tenían dificultades, sino también a los adultos que intentaban ayudar. sus familias.

Se planeó una colecta Épica. A mediados de noviembre, todos los pasillos de la Escuela Secundaria Rose Hill presentaban un póster de recolección de alimentos hecho a mano en la clase de liderazgo de Voet. Los anuncios de la mañana incluyeron un complemento de campaña creado por sus estudiantes. Pero al igual que muchos avisos que uno encuentra a diario, estos recordatorios pronto perdieron su impacto. Así que Voet instó a sus estudiantes a que personalizaran el tema contactando a sus redes.

“Fue a través de sus amigos inmediatos al principio, luego a través de conocidos”, dice ella. “Algunos estudiantes no están tan bien como otros, por lo que sabían que habría mucha gente que se beneficiaría con la comida”.

En dos semanas, la clase había reunido cinco veces su objetivo de 100 alimentos, apilados frente al escritorio de la secretaria de la escuela. Los estudiantes de Voet se asombraron del crecimiento constante de alimentos. “Ellos vieron la generosidad de la comunidad”, dice ella.

Si bien se necesitó una campaña en toda la escuela para recaudar las donaciones, solo contaban con dos estudiantes y su pequeño sedán plateado para entregarlo todo. Cientos de latas y cajas tenían que ser empacadas, como piezas de un rompecabezas.

Sus estudiantes de liderazgo se echaron a reír mientras relataba cómo abrir las puertas del auto en el punto de entrega y ver cómo caían todas las latas cuidadosamente apiladas. Estaban encantados con el impacto, y los resultados de su esfuerzo de equipo.

“Incluso los niños que son conocidos como bromistas o payasos de clase han traído donaciones. Alimentar a las personas fue una idea lo suficientemente grande como para que se lo tomaran en serio “, dice Voet. “Sus habilidades de liderazgo crecieron a pasos agigantados durante esta iniciativa. Solo tenía que aprender a dejarlos ser”.

Voet se enteró de que sus estudiantes tenían la visión, el combustible y la compasión innata para apoyar a su comunidad de manera significativa. Todo lo que necesitaban era un empujón.